Y tápate bien...


Conozco una chica a la que le duele el estómago con relativa frecuencia. No es el típico dolor de "tómate un tila y tápate bien", es el típico dolor de "joder, creo que voy a vomitar otra vez". La verdad es que cuando me lo cuenta suelo compadecerme pues me pongo en su lugar y debe ser jodido... Dolor permanente en la tripa, alimentación a base de arroz blanco y nada más, no poder tomarte una copa y tener que resistir las continuas tentaciones para incumplir sus obligaciones como enfermos convaleciente. Es algo común pero este artículo es para el dolor más agudo, para ese dolor que contorsiona nuestro cuerpo de forma poco habitual salvo que trabajes en el circo. Un yogurt pasado –una de mis especialidades–, un virus de guardería, cualquier cosa vale para despertar al torturador que todos llevamos dentro, esa serpiente que rodea y estruja nuestro estómago o ese feto extraterrestre que crece a pasos agigantados dentro de nosotros y que pretende salir a golpes.

Es, sin duda, uno de mis temas favoritos para tratar con una chica.

Esto es un artículo dedicado a los dolores de tripa. A los que, frecuentemente, tienen ellas pero que también sufrimos nosotros, de alguna forma.


Uno de los problemas a los que me veo expuesto cada vez que sus órganos internos deciden manifestarse es que nunca, jamás, never, he sabido qué decir. Siempre me quedo pensando: "vaya gilipollez que has dicho. Imbécil" Normalmente uno intenta ser divertido, interesante, agradable pero cuando nos dicen "me duele el estómago" se nos corta el rollo, no sabemos reaccionar, nos vamos a los extremos. O pensamos que están exagerando y que seguro que no es nada, lo que conduce irremediablemente a terminar la conversación, o nos las imaginamos retorciéndose de dolor sobre la cama, apretando sus brazos contra sus tripas y quedamos como unos hipocondríacos nivel experto.

Evidentemente, son juicios sin información. 

Me duele el estómago 
Vaya... 
Ya lo siento. 
¿Te duele mucho? 
Uffff...
muchísimo!!

¿"Vaya.."'? ¿"Ya lo siento"? ¿Por qué cojones lo sientes si no tiene absolutamente nada que ver contigo –salvo, claro está, que hayas cocinado para ella o elegido tú el restaurante la noche anterior–? Te estás luciendo chaval, bravo. Tras la triunfal entrada, hay dos opciones: 

Opción A 
Va. Tranquila. 
Seguro que no es nada y se te pasa enseguida 
Me duele bastante –se reafirma– pero seguro que se me pasa.
Voy a tumbarme un rato, hablamos luego.
Opción B 
Joder!
¿Necesitas algo? 
¿Has ido al médico? 
No no, tranquilo
Me duele pero tampoco es para tanto. 
A vale... –y volvemos a la Opción A

Si esta conversación se produce en sábado por la mañana lo más probable, o eso pensamos siempre, es que la noche anterior se bebiera hasta el agua de los floreros o cometiera el típico error de mezclar ron, ginebra, cerveza, vino, jagger y tequila –¿a quién se le ocurrirá lo del vino?–. Si así fue, lo más seguro es que no te lo reconozca aunque no tiene nada malo hacerlo pero se quedará pensando que la imagen que tienes de ella se asemeja mucho a la de Britney Spears en sus buenos tiempos.

Por otro lado, existe la posibilidad de salir por la tangente con alguna broma, más o menos típica, que desvíe la conversación hacia temas más agradables. Puede hacerse bien o no y es complicado acertar.

¿Estás embarazada?
¿Tienes la regla?
¿No me estarás escribiendo desde el retrete mientras cagas batido no?


Pueden funcionar y pueden no hacerlo. Si está embarazada quizá prefiera no decírtelo y será ella la que busque una excusa para cambiar de tema o terminar la conversación. Si tiene la regla puedes darte por muerto ya que reconocerlo no es agradable –requiere confianza–, no hacerlo conduce directamente al final de la conversación y cabe la posibilidad de que, lo reconozca o no, le moleste. En este sentido conviene saber que si una chica dice simplemente "estoy mala", las probabilidades de que efectivamente esté en "esos días" son muy elevadas. Si optamos por la opción más escatológica podemos obtener un "jajajajaja" como premio o un "qué cerdo eres" –esto es seguro en caso de que, efectivamente, tenga la regla–, depende ella aunque, en todo caso, no lograremos desviar la conversación ni modificar la entrañable y sexy recreación que nuestro cerebro hace del momento, de la situación, de la cagada vaya.

Dentro de nuestra incontrolable necesidad masculina de aportar soluciones a todo, tal y como dictan sin oposición los evolucionistas de la psicología, tendemos a buscar toda la información posible para poder satisfacer adecuadamente las necesidades que siempre-nos-reclama la hembra. Para ello preguntamos o, dicho de otra forma, hacemos malabarismos con espadas. Dicen que, en ocasiones, preguntar es ofender. También es cagarla.

¿Dónde te duele?
¿Tienes gases?
¿Has tenido diarrea?
¿Tienes vómitos?

A continuación, siempre en consonancia con los evolucionistas de la psicología, buscamos las posibles causas en una aproximación totalmente infundada y carente de cualquier valor en dirección al diagnósticos definitivo, ese diagnóstico que confirmará nuestra sabiduría médica, nuestra preocupación por su salud y nuestra voluntad de hacer todo cuanto podamos para menguar su sufrimiento, y lo que haga falta. Seguimos preguntando. La seguimos cagando. Y con Murphy y sus leyes de la mano, pasamos del papel de médico de cabecera, el de toda la vida, ese al que sí le cuentan sus diarreas, sus gases y sus vómitos, al de inspector nutricionista en pleno interrogatorio.

¿Qué has cenado?
¿Qué has comido?
¿Qué has desayunado?
¿Y ayer?
¿Habrás mezclado algo que te haya sentado mal?


El frío es un clásico. Siempre puede ser el frío. Incluso en el agosto madrileño. "Sííí. Hijo cállate, no tienes ni idea. El sudor hace que estemos húmedos todo el día y cualquier brisa que entre por la espalda o la nuca puede hacernos coger un resfriado o puede provocar que nos siente mal la comida por el cambio de la temperatura corporal... Por no hablar de los aires acondicionados  los malditos aires acondicionados" mamá dixit. 

¿Habrás cogido frío?
Alguna ventana abierta por la noche o un sitio con aire acondicionado...

Ella te dirá que no insistas, que no puede ser por frío. Te asegurará que lo recordaría pero lo que dice mamá va a misa y...

¿Has salido de casa con el pelo mojado?
¿Saliste muy fresca anoche?

Según lee lo que escribes y preguntas está recordando los discursitos que su madre y su padre le soltaban cada vez que llegaba a casa treinta minutos tarde y con una copa, sólo una mísera copa, de más y, querido lector, eso va en la dirección opuesta a tus intereses, sean los que sean. Cambio. Ya.
Tras quitar la toalla de la cabeza de la interrogada y permitir que coja aire tras haber vaciado un cubo de agua sobre sus orificios respiratorios, procedemos al diagnóstico, nuestra sentencia, basado en la experiencia personal, los comentarios de mamá y... ya. Veredicto que, llegados a estas alturas de la conversación, nos condena a llevar el cartel de "no tiene ni puta idea" para el resto de los tiempos y amputa toda credibilidad respecto a nuestros conocimientos médico-sanitarios.

  • Si tiene la tripa un poco hinchada y no ha comido, o no recuerda haberlo hecho, nada en mal estado son gases.
  • Si tiene vómitos y ha tomado algo que le ha podido sentar mal como un yogurt pasado de fecha o similar: tiene una indigestión.
  • Si tiene vómitos pero no ha tomado nada que pueda sentarle mal: es un virus.
  • Si ni vomita, ni tiene la tripa hinchada, ni ha tomado nada que pueda sentarle mal: ha cogido frío.
Ahora ríete del programa "De Buena Ley"


No contentos con nuestro juicio y con la enferma al borde de tener un accidente con unas tijeras, un cuchillo, la esquina de la mesa o una caída de tres pisos, queremos ayudar más. Somos muy machos y, como siempre, insisto, sin llevar la contraria a los evolucionista de la psicología, buscamos la solución del problema. Solución de la que estamos convencidos y cuyo rechazo nunca debería llevar implícito el "ya te lo dije", especialmente si están en "esos días". En nuestra sabiduría y experiencia podemos encontrar múltiples remedios para las dolencias estomacales.

  • Solución herbolario: Tómate una tila, o una infusión de hinojo, o una sopa de cebolla, o un caldo desgrasado, o una infusión de hojas y flores de anís –algo que todos tenemos en casa, entre la pimienta de la india y la sal gorda de Chile– o una infusión de artemisa.
  • Solución abuela: Llena una bolsa de goma con agua caliente y póntela sobre el estómago.
  • Solución para todo: Acuéstate y tápate bien –soy muy fan–.
  • Solución VIP: Date un baño bien caliente y relajante y échale de esto y lo otro...
  • Solución nutricionista: Dieta blanda. Arroz y jamón york
  • Solución Hipster: Un poco de Coca-Cola Zero, agua con limón o incluso alguna bebida isotónica.
  • Solución Experto en cabinas de aire de preparación de paracaidistas: Túmbate de lado y espera. Y si puedes tómate un Aero-Red.
(Seguro que sabéis muchas más)

Podemos tener la fortuna o la habilidad de acertar con nuestro diagnóstico y determinar que, sin ningún tipo de duda, se trata de unos gases de primer curso de medicina pero entonces nuestra solución definitiva seguro que no es ni definitiva ni, mucho menos, solución. Eso sí, si para los gases recomiendas un poco de Coca-Cola el problema, el problema grave, obviamente, lo tienes tú.

Claro, tras más de quince minutos hablando sobre el dolor de estómago y la madre que lo parió, lo único en lo que la doliente aludida piensa es en morir, en morir de desnutrición, de una diarrea desgarradoramente asesina o suicidándose si no cambiamos el tema de conversación de inmediato.

Sí, somos hombres atentos.

Sí, nos preocupamos por ella y por su salud.

Sí, hemos demostrado estar dispuestos a hacer cualquier cosa que nos pida.

Sí, sabemos muchos remedios caseros y no tan caseros –por lo de las flores y las hojas de anís básicamente– para el dolor de estómago.

Y sí, ha quedado muy claro que nos gusta sin habérselo dicho literalmente.

Pero, querido amigo, y aquí llega la parte que no mola tanto, también ha quedado claro que hablamos de lo que no sabemos, que somos niños mimados por mamá –a partir de esto, las derivadas pueden ser tremendas–, que no tenemos realmente NI PUTA IDEA ni de las causas ni de las soluciones del malestar estomacal y que cuando se encuentren en esa situación estarán más seguras cuánto más lejos estén de nosotros pues no sólo corren el riesgo de tomar algo que no deben sino que además tienen que tragarse un largo interrogatorio, escuchar las 16.000 formas distintas que creemos que curan/alivian el dolor de estómago –solucionan el problema traducido al masculino– y, por si fuera poco, hablarle a un tío al que presumiblemente están conociendo –en confianza estos problemas se resuelven de otra forma– de su regla, sus vómitos, su dieta o la frecuencia y aspecto de sus defecaciones, o una mezcla de varias, o todas ellas. Eres el rey.

"Gracias mi amor por una conversación tan cojonuda, tan sexy, tan divertida, tan agradable, tan interesante, e incluso tan metafísica. Gracias imbécil"

Tras mucho pensarlo, tras muchos dolores de estómago sufridos y atendidos, tras muchos remedios caseros y no caseros probados y recomendados y tras no haber conseguido jamás acabar una conversación sobre el tema sintiéndome mejor que como empecé, creo que lo más aporpiado ante dolores de estómago ajenos –femeninos– es decir: "Espero que se te pase pronto. Si puedo hacer algo por ti no dudes en pedírmelo." Y punto. Nada más ya que cualquier palabra de más puede ser utilizada en tu contra, esta de vez de verdad.

Bueno sí, sí hay algo más...

"Y tápate bien..."



3 comentarios:

  1. jajajaja pero que razón tienes! Deberías escribir un post como este pero al revés!

    Te descubrí gracias al blog "Trenzando" de @martagllera, ¡me encanta cuando escribís sobre los mismos temas! ;)

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    1. Hola Olatz,

      Te refieres a la situación en la que el enfermo es un tío no? Es muy posible...

      Marta juega en otra liga, es una crack gracias a la que he conseguido muchas seguidoras y a la que estoy y estaré siempre agradecido. Los retos son muy divertidos, de hecho, deberíamos hacer otro en breve...

      ;)

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  2. Has llegado a la mejor conclusión posible, para diagnosticar y mandar recetas ya están los médicos jaja

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